27 jun 2011

No todo lo que brilla es oro

Mira disimuladamente el trasero de la anfitriona envidiando a su marido, al tiempo que pide una tercera ración (a Dios gracias, la cena de hoy le ha salido gratis), mientras otro comensal pregunta:
—¿Y de qué se trató el sermón hoy, reverendo?
Contesta con ira, altivo y molesto por la interrupción a sus pensamientos, deseando mejor estar ya en cama para dormir hasta tarde:
—Enseñé a nuestra feligresía los siete pecados capitales.

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