Para F
Duerme entre olor a papel y polvo. En los escasos momentos
en que lo despiertan, cuando cree que podrá ser útil de nuevo, le invaden la
excitación y la alegría de siempre: esas ganas de aportar su experiencia, de
abrir su alma en los sitios que su cuerpo sabe de memoria que son los más
buscados.
Cuando era joven, fue admirado, consultado, querido y
atesorado; muchos esperaban con paciencia poder nutrirse de su saber. Fueron días
de fiesta y bonanza. Días de sentir que podía ser él mismo y darse a los demás
sin restricciones, de compartir su esencia sabiendo que sería bienvenida,
apreciada, querida.
A últimas fechas, esa emoción se extingue casi de inmediato,
cuando quien lo despertó decide que se equivocó, que hay otros más adecuados a
su búsqueda, o que su cuerpo ya es demasiado viejo para estar a la altura de
los tiempos, y lo cambie por otro que a su juicio sea mejor, o más joven y
actual. Otros ya ni siquiera se molestan en buscarlo.
Antes de que la
depresión lo invada del todo cuando la emoción se apaga, prefiere dormitar de
nuevo, sereno, reposado, tranquilo. Espera que el día que llegue su muerte, ésta
sea algo parecido a este descanso en el tiempo.
Sueña que llega alguien, y ese alguien se emociona al
encontrar dentro de él todo lo que guarda para ser dado a otros, y puede
contemplar de nuevo la emoción en los ojos que lo hacen sentirse joven y vivir otra
vez, muchas veces, todas como si fuera la primera. Alguien que no lo cambiará
por otro…
Nadie sabe si a la larga este viejo libro morirá, o será
honrado y cuidado para siempre, transformado en uno de esos raros ejemplares de
colección.