Era la primera vez que veía el original, tan conocido para él por reproducciones. Opinaba que el autor era un cobarde al limitarse a plasmar en una pintura lo que él decidió llevar a la práctica.
—La expresión del Dios no refleja con justicia la magnitud de lo que siente, pero se acerca— dictaminó antes de la última mirada a “Saturno devorando a un hijo”.
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