15 nov 2014

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Al principio, la vida fue blanca. Poco a poco, fui captando el significado de los sonidos, los olores, el tacto y las imagénes, y la vida se empezó a colorear. Pero cuando aquello empezaba a iluminarse, un ente lo transformó en gris. El plomizo color dominó mi vida, cada vez más denso, mientras sufría el rechazo y el desprecio, sin motivo aparente.
El gris se condensó y se transformó en negro profundo cuando apareció un segundo monstruo en mi vida, que amenazaba todos los días con devorarme, aplastarme, destruirme..., dependiendo de su humor.
Un día, envuelto en la oscuridad, les hice frente y luego hui. Pero las nubes que oscurecieron mi cielo no se despejaban. Se me habían pegado al cuerpo, como la ropa en un día caluroso, como el lodo a los zapatos, como las telarañas cuando no se ven y acabas atrapado.
Empecé a darme cuenta de que podía quitármelas cuando volví a ver al peor de los monstruos, y supe que nunca fue tan grande, tan terrible, ni tan poderoso como yo lo recordaba; lo que sucedió es que yo era pequeño, indefenso y frágil cuando llegó a mi cosmos.
Con esa visión, busqué dentro de mí, y para mi sorpresa, encontré un furioso color rojo, que sumado al imponente negro, dominaban cada aspecto de mi vida, luchando sin sentido contra todo lo demás, sin permitir nada distinto a ellos. Poco a poco, con mucho esfuerzo, los fui sometiendo, hasta que entró primero, muy a fuerza, abriéndose camino, el verde; luego lograron colarse el amarillo y el azul, y finalmente, ya con menor dificultad, casi todos los demás.
Hoy un monstruo está a punto de morir. Eso no ha agregado, ni tampoco quitado, luminosidad a mi espectro. Me alegra saber que ya no tienen poder sobre mí.

Sin embargo, dejaron una cicatriz: nunca, jamás, podrá entrar en este universo el color rosa.

1 comentario:

  1. Oh, wow, está genial. Me pude identificar con esa sensación del rojo y el negro. No encuentro palabras para expresarlo. De verdad me gustó mucho. :)

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