El lugar es famoso por su buena sazón. Según sea el menú, huele a romero y albahaca, a tomillo y pasas, a laurel y ajo, a clavo y vainilla, a limón y agua de azahar.
Un día, el joven pinche advirtió un agujero en la pared y sin darle importancia, lo tapó. Los olores inundaron primero la cocina, luego todo el local, y finalmente escaparon a la calle.
Ahora, todo el pueblo conoce la carta con sólo inhalar.
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