Su ayudante ya tenía todo listo cuando llegó, sólo tuvo tomar el bisturí para iniciar. No hubo complicaciones, aunque hubo un momento cuando, al levantar la mirada a media intervención, algo dentro de su campo visual le provocó incomodidad. Sin detenerse a analizar el motivo, continuó. Se encontraba extirpando parte del cerebro, y eso reclamaba toda su concentración.
Habiendo terminado, al recordar el detalle, recorrió el quirófano con la mirada, buscando. Y ahí estaba: un número extraño junto al nombre en el expediente. Presa de la incredulidad, se lanzó a retirar lo que cubría aún la cara del enfermo y se quedó petrificado: ése no era su paciente. Aunque se llamara igual.
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