8 ago 2011

Pierna envinada

¿Qué les diría a sus hermanos? ¿Qué aparte de que Santa Claus no existía, tampoco habría cena de Navidad? Trabajaban todo el día, como lavacoches, como vendechicles y como payasitos, ¿y ni siquiera cenarían, ya no pavo o esas cosas de ricos, sino lo que fuera?
Llegó el padrastro, con una botella mediada en la mano (pagada por ella y sus hermanos, claro), y por su caminar, no era la primera. Le pasó la mano por el busto incipiente y la jaló, seguramente para hacer con ella lo que siempre había hecho desde que tenía seis años, desde que su madre huyó. Pero esa noche, estaba harta. Una rebeldía imprudente y decidida se apoderó de ella. Estaban en la cocina, y su mano se cerró sobre un objeto duro antes de que el ebrio se diera cuenta…
Esa noche cenaron pierna envinada, y Santa Claus, sin advertirlo, se llevó al padrastro en el camión de la basura.

1 comentario:

  1. Excelente, relatas con crudeza lo que seguramente pasa y seguirá pasando. un beso y feliz año nuevo Rub

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